domingo, 10 de mayo de 2009

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Con siete años rompí un jarrón. Papá me iba a reñir mucho, de eso estaba seguro. Pero yo era un niño muy listo. Busqué superglue en el cajón de “ni se te ocurra coger nada de aquí” y pegué lo que había roto. Y así , cinco mil años después, fue como descubrí aquel extraño fenómeno: al romperse aquel jarrón se habían desprendido trozos tan pequeños que era casi imposible volver a encontrarlos.
Y efectivamente, esa tarde me riñeron de lo lindo.

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